Mujer montaña, marina y cueva-anfiteatro de la fiesta brava y literaria

Sin mayor conocimiento anticipado emprendo un viaje corto de peregrinación durante mi año francés entre el cole y la universidad desde Aix-en-Provence hasta Lourdes en Los Pirineos. No recuerdo dónde había escuchado hablar de una Virgen Católica hipermilagrosa…, ¡como si una Madre pudiera ser virgen y ¿lo católico, pro género femenino!? Era un festivo que aprovechamos con mi compañera de intercambio en el inicio de la Navidad para echarnos a andar sin brújulas precalibradas. Miro hacia atrás en el tiempo y se me ocurre que tratando de diferenciar los bocetos montañosos Pirineos de los alpinos y ya de noche, quizá nos perdimos del mapa por la señalización poco clara. Nos reencontramos en la laguna de Payolles, muy arriba casi que al toque visual y espiritual de una luna llena para luego descenderrrr.

Nos esperaba en la frontera franco-española un Principado, el de Andorra. Como si su nombre pareciera insistir en empujarnos a seguir andando…, una mañana cualquiera en el desayuno frente a unas caídas de agua bastante elocuentes. Pensar entonces en la siguiente etapa del viaje tras purificarnos con el agua bendita de la gruta de la Virgen de Lourdes implicó, casi que, de manera inconsciente, aprender a mirar diferente, a leer los mapas de las carreteras del Alma con la luz de la luna o del sol, ya que el idioma escrito no era ni francés ni español sino catalán. (autoglotónimo: català) es una lengua romance hablada por unos diez millones de personas, incluyendo hablantes no nativos, en Cataluña, las Islas Baleares, Andorra, la Franja de Aragón, el Rosellón y la ciudad sarda de Alguer, así como en la Comunidad Valenciana y la comarca murcianade El Carche, donde recibe el nombre de valenciano. También es hablado en pequeñas comunidades de todo el mundo (entre las cuales destaca la de Argentina, con 200 000 hablantes).

Aprendería muchísimos años más tarde que lo importante de los viajes es, sobre todo, ¡perderse! para volverse a encontrar, ¡y de múltiples maneras y muchas veces más!

Esa primera llegada a Barcelona, de noche y bajo una nevada recordada como la mayor resonancia con aquella noche fatídica en que los personajes de La Sombra del Viento al final, parecieron haberse citado en los sótanos de la Casa de Los Aldaya (que no recuerdo si pudo ser Casa Milá en La Pedrera de Gaudí) para ponerse a prueba en los tránsitos eternos entre vida y muerte, a mí me recibió con el hurto de mis botas de invierno por La Barceloneta y un vendedor nocturno de castañas en su parrillita esquinera moldeable. Parecía árabe. No recuerdo si me habló. Aunque lo que si reposa en mi memoria fresca como si hubiera sido ayer y no en diciembre de 1984 ¡fue la textura de aquellas semillas-nueces redondas como la palma de mi mano o como una luna llena y plena de amor! ¡Qué sabor neutro de madera comestible! ¡Qué tibieza! Mientras que la punta de mi nariz y los dedos de mis pies parecían cristalizarse de frío. Por fortuna, no me tocaron las estalactitas que parecían cuchillos de hielo con los que creo que finalmente pudo morir Francisco Javier Fumero Almuñiz, ese inspector jefe de policía, personaje torturador, violado o acosado sexualmente en su niñez por su propia madre.

Dieciséis años más tarde volvería también para el fin de año. Llovía inmarcesiblemente como si Daniel Sempere anduviera por ahí en sus búsquedas varias de hacer sentido, mientras le preguntaba a su Padre respecto de su Madre ¿si el cielo también lloraba? seguramente igual que yo, que quise escapar de los efectos tormentosos de la muerte de mi Padre a comienzos de este nuevo milenio yéndome de viaje justamente a la no se si bien llamada madre patria. Recuerdo que la caminata por el Barrio Gótico sólo llegó a buen término cuando me pude guarecer dentro de Els Quatre Gats. Particularmente el mismo café donde mi bienamado personaje cuentero, amigo entrañable y fabulista, Don Fermín Romero de Torres llevaría a su Bernarda con unos cuantos duros que Daniel le sopló de la caja de su Librería Sempere e Hijo en la calle Santa Ana.

Porque de súbito, ¡me sucede lo inesperado! Entro en trance con los lienzos y las esculturas del segundo piso, en un abrazo tripartido de Don Pablo Picasso (1881-1973), Don Salvador Dalí (1904-1989) y Don Joan Miró (1893-1983) tras aquella arquitectura inquietante bajo el aguacero cuasi flotante, ondulante y en ebullición de Don Antoni

Gaudí, para luego aterrizar de emergencia en una mirada angular, Cubista de Barcelona. Surrealista. Dadaísta. Quizá fauvista…

Esas obras maestras vivas que bailaban en mi visión de octava y novena dimensión no estaban en Los Cuatro Gatos.

Y ahora que lo pienso, creo que le atribuyo a mis particulares maneras de mirar, observar y de poner atención, una aproximación heterogénea, inédita, universal, muy personal a esta Señora Ciudad porque esta inolvidable explanada mujer es puerto, playa, montaña, barrio, museo, bulevar y fiesta taurina y literaria a la vez. ¡Quizá también, porque las dos veces que nos hemos cruzado, han aflorado en mí, inadvertidamente, muchísimas otras YO!

Cuentan en las redes sobre las leyendas de significados gentilicios que el nombre de la ciudad podría venir de la expresión Barke-no, nombre original otorgado por sus pobladores ibéricos. Una segunda leyenda dice que fue nombrada por los cartaginenses y que surgió del apellido cartaginés Barça que significa rayo. Una tercera leyenda romana alude a una expedición de nueve barcas en una gran tormenta. Las 8 primeras, sin daños colaterales; la novena perdió su rumbo y fue Hércules quien la encontró encallada en el Montjuïc. Se dice que es imposible probar que una leyenda sea más cierta que otra. Sin embargo, Barcelona sí fue conquistada por los visigodos en el 415 cuando fue conocida como Gottland, “la Tierra de Dios” durante más de 300 años. Luego recuperó su nombre e identidad cuando fue retomada como territorio cristiano por Ludovico Pío en el año 801.

Desde entonces y hasta ahora su nombre no ha sido alterado, aunque lo que la ciudad inspira en las personas que hemos llegado hasta Ella, evoluciona. Carlos Ruíz Zafón con su escritura magistral en los entretejidos mágicos con retazos de su memoria ancestral y de la mía, quizá nos ha llevado a sus lectores caminantes a recrear nuevos mundos inacabados y eternos donde, otra mañana más o tarde o noche, podemos volver a tocar a través de la sombra del viento, la serenidad antes de emprender el periplo siguiente.

En los 80’s Barcelona se autorefería como tres sílabas Bar-cel-ona, que respectivamente significa en catalán: bar, cielo y ola.

Y ¿qué decir de sus trazos poéticos en cada esquina, cada calle, cada suspiro, cada llegada, cada partida? Parecen más halos bailarines de agua evaporada, convertida en lluvia que luego baila con los vientos varios como el autor nos lo recuerda:

“el laberinto de los libros se adivinaba en ángulos espectrales que despuntaban bajo el manto de tiniebla”.

(pg. 216, capítulo 21 del Aparte: CIUDAD DE SOMBRAS. Editorial PLANETA, 2008)




Quizá en mi trance imaginé que el Parque del Tibidabo a donde fueron en tranvía Daniel con Fermín y luego con Beatriz, era realmente, el Parque Güell: reflejo de la plenitud artística del Arquitecto Antoni Gaudí en su etapa naturalista de la primera década del siglo veinte. Se ve en la parte superior de la ciudad en las estribaciones de la sierra de Collserola por la ladera sur del monte Carmelo y fue encargado por el empresario Eusebi Güell. Se construyó entre 1900 y 1914, y se inauguró en 1926, tan sólo diez años antes de la guerra civil…, y me pregunto: ¿cómo es eso de que un parque pudo susurrarme al oído, una historia de amor doble en la sombra de mis pasos olvidados?

Con un cierto dejo barroco, Gaudí quizá dejó a su vez, su propia sombra colorida en el movimiento y en la impermanencia de su obra! Su gran riqueza estructural de formas y volúmenes desprovista de la rigidez racionalista o presunta premisa clásica ha dejado a varias generaciones con ¿la gran pregunta existencial respecto de su Sagrada Familia?

Jacinta, eso que has visto tu es Barcelona, la gran hechicera, y el templo expiatorio de la Sagrada Familia…”

(pg. 312, capítulo 31 del Aparte: GENIO Y FIGURA. Editorial PLANETA, 2008)

Tal vez, otra manera como la vida y la muerte nos hablan al oído y nos recuerdan que, en el uso impecable de las palabras, las ideas, las acciones y omisiones, los silencios elocuentes, los sueños y las vigilias, es precisamente dónde y cómo nacen Las Artes.

Picasso a pesar de nacer en Málaga es decir Andaluz, me habla por primera vez en Cataluña con su Era Azul como el tranvía perdido entre la bruma en el que se apeaba Daniel. E inmediatamente después trastocaría el silencio de mis miradas junto con Dalí y Miró. ¡¿Cómo agradecerle a Carlos Ruiz Zafón haberme llevado de su mano por la Barcelona recreada con luces y sombras y vientos helados en caminatas por Las Ramblas, para entender que la magia de Las Artes renace cada vez que Una simplemente decide sumergirse en la más inspiradora creatividad?! Murió un año antes de conocerlo al leerlo, y de la edad que hoy tengo yo.

Romper con perspectivas preestablecidas pareciera haber sido el leitmotiv del siglo veinte para luego reinventarnos como Humanidad. Y en este contexto, los grandes artistas mencionados quizá nos acompañan a contribuir en este homenaje a mi primera inmersión en Las Mágicas Letras de Ruiz Zafón. He querido a la vez hacer un especial reconocimiento al Club de Lectura que hoy nos convoca, también incluyendo un arte adicional bastante incomprendido en tiempos de cambio climático y ansiedades pandémicas varias, la tauromaquia, junto con la Literatura, el feminismo y el psicoanálisis.

Las Mujeres con certeza determinaron los genios encarnados en Picasso (Escorpio) y Dalí (Tauro), una pareja astrológica bestial. La Rusa Olga Khokhlova, y las francesas, Marie-Thérèse Walter y Françoise Gilot fueron madres de Paulo Picasso, Maya Widmaier- Picasso, y Claude y Paloma Picasso. Dalí cae hechizado de amor por su Gala, ambos de veinticinco años, la Elena, esposa de su colega en las artes, Paul Elouard, a quien se la arrebata. No tuvieron hijos este par.

Algunos biógrafos incluso llegaron a afirmar que el Genio de Cadaqués era asexuado, aunque en el cine haya quedado en el aire, la sensación de que pudo haber sido amante de Federico García Lorca. Tampoco importa, la intimidad y privacidad deben, por definición, morir y renacer en el misterio del secreto. ¡Nadie es propiedad de nadie, salvo de la magia de las artes, tal vez!

¡Y es aquí donde el psicoanálisis de la tauromaquia hace su puesta en escena! Picasso y Dalí ilustraron el milenario arte del toreo como jamás lo hubieran imaginado las y los artistas de arte rupestre en las Cuevas de Altamira o de Lascaux, como un Arte en los difíciles juegos de

poder. Dijo en el libro de la Exposición de Picasso, Toros y Toreros (Editions de la Réunion des Musées Nationaux, Paris 1993) al respecto, Jean Marie Magnan, crítico y escritor taurino, lo siguiente: los principales movimientos, fases, pases y episodios de la tragedia que tiene lugar en el ruedo se traducen aquí en asombrosas ecuaciones verbales. Lo anterior para destacar cómo el arte del toreo es poesía y literatura. Y continúa, la corrida es muda porque el toro no habla pero nosotros debemos interpretarla. Y de la visión de Magnan sobre Michel Leiris a quien creía junto con Jean Cocteau más asiduos de la ópera que de la fiesta brava, aunque los seducía, igual reiteraba Leiris: en la corrida, el erotismo y el sentido de lo sagrado convergen, se iluminan mutuamente, y se responden por primera vez, con el más vigoroso y rico de los lenguajes. Incorporar la muerte a la vida y hacerla de algún modo voluptuosa(Michel Lairis en su artículo en francés, Miroir de la tauromachie, 1937). “La estocada final, esa especie de penetración, concluye una danza amorosa a ritmo de vaivén, sucesión de acercamientos y alejamientos alternados, como en el coito. Los dos adversarios, envueltos el uno en el otro, sólo se separan para volver a juntarse un instante después, y prolongar sus asaltos en caricias cada vez más impacientes”.

Y el remate de faena que, en términos taurinos es tras acabar la corrida, irse de tapas con jerez a comentarla, en esta sentida evocación del libro de Ruiz Zafón no puede ser otro que la obra inmensa de cuatro metros de alto por tres de ancho de Dalí, El Torero Alucinógeno. Es una mirada intermitente de luces y de sombras que embiste de frente como a la porta gayola y advierte que se abren múltiples vacíos entre los andares del canto jonde y el tumbao torero y gitano. Dobla sus remos delanteros, el toro y un sobrevuelo de moscas y talvez de mariposas parecieran anunciar una muerte cubista. Gala en las escalinatas de lo alto de la arena anfiteatro pareciera dirigir una danza de vientre intercalada entre diosas griegas. La negrura de los vacíos se integra a la cara del matador con su montera. ¿Anuncian otra gesta de nuevos buenos vientos, sus sombras?

Una muy buena Mar, Don Carlos Ruiz Záfón. No se si en otros libros haya Usted registrado la fiesta de las artes, aunque ¡cómo la sentí en cada una de las andanadas literarias y poéticas de Don Fermín!

Mil gracias, Maestro.

Para terminar, El Pájaro Hermoso revelando lo desconocido a un par de Enamorados, de Miró, me sumió en el mayor de los surrealismos abstractos, como un ininteligible juego infantil sobre cómo Julián Carax y Penélope Aldaya se asomaron, construyeron y se diluyeron de AMOR.

Las múltiples muertes posibles del final de la novela, quizá fue lo que me retrotrajo a las obras comentadas de Dalí y de Miró para ilustrar un viejo sueño mío, el de una muerte dulcísimamente dichosa. Y los reiterados tránsitos de ida y vuelta por miradas artísticas varias entre Barcelona y París me recordaron particularmente a Nuria Monfort y a Julián Carax en la conversación de Neuval con Cabestany, sobre ¡ lo que implica escribir, editar y publicar un libro . . . !

Tres plazas de toros, laberintos inexpugnables en una misma ciudad es tal vez otra metáfora catalana de metamorfosis inédita para ocho personajes de Mujeres: Sophie Carax, Clara, La Bernarda, Nuria, Jacinta Coronado, Penélope, su Madre La Señora Aldaya y Beatriz Aguilar.

El Ocho de la Eternidad.

“El portero se apoyó en el escobón a modo de pensamiento erecto de Rodin”

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