Las estaciones de la vida en este planeta como las de los hemisferios sur y norte, nos plantean varias reflexiones en torno al sentido de cada uno de sus días, sus horas, sus minutos… Nunca supe si ¿a Perséfone su madre le consultó acerca de las Cuatro Estaciones? O cuadrantes esotéricos, ¿por qué no?, si opera la interacción humana desde los cuatro elementos terrícolas: agua, tierra, aire y fuego (sin olvidar la madera china del año del Dragón, 2024). Ni si ¿a Hades le pareció justo que fueran sólo cuatro y no veintiuna o siete? Lo que sí se me ocurre conjeturar, es que seis meses del año en el fondo del mar versus otros seis sobre los cultivos, las praderas y montañas de la Madre Tierra, le debieron ser suficientes a esta DIOSA MUJER para entender y reconciliar con el difícil arte de los opuestos. Porque con certeza descubriría que la tensión entre las contradicciones y los contrastes de la simbología yin-yang: la noche y el día, la femenina y el masculino, el frío y el calor, la luz y la sombra, lo dulce y lo salado, lo ácido o lo amargo, lo activo o lo pasivo eclosionaría en la mente, el cuerpo, el espíritu y el corazón para gestar una y otra vez, más vida. ¡Le bastaría a nuestra diosa con invocar la magia de una canción cubana, como “el reparador de sueños”, para sembrar un amor incondicional! ¿En invierno, verano, primavera u otoño, acaso un solsticio o un equinoccio no equivaldría o sería lo mismo que salir a dar un abrazo nocturno, desnuda o desnudo a cualquier tejado sombrío para iluminarlo todo?

A la mañana siguiente, despierta una Libélula violeta para darse cuenta que la noche anterior, mientras una pareja bailaba desnuda: la canción de Leonard Cohen, dance me to the end of love, había muerto. ¡Sí! En efecto se percataba de su tránsito ya del otro lado de la vida. La transparencia de sus alas traversas como flautas parecía ser testigo de lo cerca y de lo lejos que la muerte está, de la vida y viceversa. Y entonces de repente, escucha en el crujir de su empeño por alzar el vuelo, al morir ayer, que sus alas se han convertido en dos instrumentos de viento que elevan una cometa hecha de notas musicales hacia todas las estrellas que la tierra ya le está eclipsando al sol.

¡Qué sinfonía y cuántas visualizaciones poéticas! 

En otras latitudes, una Torre de Babel cualquiera nombraba a las Libélulas, Insectos Dragón. Y en aras de una buena melodía, se queda cavilando nuestra Libélula viva y muerta, respecto de ¿si pronto escucharía una canción de cuna de su Mamá Dragón? No recuerda haberla conocido, aunque su corazón sí parece saber qué es lo que siente un corazón de mamá. La extraña porque sabe que la amó. Y ya está llegando la hora de irse un rato a hacer la siesta.

Se acercaba la celebración del día internacional de la Mujer. Una joven adolescente montaba en bicicleta y de repente, ¡una Flor! Se le incrusta entre unos anteojos deportivos y su nariz. ¡No pudo rehusarse al más interesante e inesperado de los diálogos … ! De hecho, la flor entabló conversación con sus conductos respiratorios. No tenía claro si eran caminos sin fin, o si hablaban en su idioma, si eran niños o niñas, espacios vacíos, cuevas o túneles. Cuando súbitamente se da cuenta que sus cuerpos áuricos, sí hablaban el mismo idioma pero que Ella, la flor, al parecer no se percataba de que era una persona, (¿sabe acaso Ella de personalidades, personificaciones, de ¿tomárselo de manera personal?) Replantea Lucía cómo aproximarse, y decide de antemano despojarse de todo tipo de prejuicio o preconcepción que pudiera evitarle esta “conversación con Dios”. 

– “No precisamente decidí aterrizar aquí para partirme la espalda”, le dice la flor con dolor al parecer. 

– “Necesito un Asana que me deje respirar”, concluye. 

La Joven para y parquea su bicicleta a la vera del Camino. Reacomoda la Flor. Pero al intentarlo ve que su tallo está ligado a otros tallos, unas ramas, muchos árboles, todo un bosque. No entiende. Pasaron miles de “años luz” durante esta conversación. Se crearon nuevos mundos y se recrearon y replantearon otros tantos más. Todo esto para reflexionar sobre cómo Ella también era la flor, el viento que la trajo, su tallo, la tarde, dios, diosa, éter, vida y muerte.

Su maravillosa Abuela Materna de FUEGO, le había enseñado a Lucía, su nieta primogénita de AGUA, que cuando las cosas se pusieran complicadas buscara un santuario secreto, preferiblemente cerca de su corazón o por el plexo solar, regido por la Mamá no virgen de Dios. Quizá por fantasiosa, esa nieta de Niña empezó a soñar un mismo sueño. La Mamá del Dios de la Abue le hablaba a la Niña y le contaba que tenía ¡una varita mágica muy especial porque era un árbol! 

  • Soy un ARBOL FLORECIDO, que además puedo silbar”. 
  • ¡Con mi viento forestal te enseñaré a VOLAR! 

¡Lucía no ha parado desde entonces! 

Se dispone a sumergirse en su cama calientita y empieza a recordar, es decir en sus sueños. Horizontes nocturnos de avión con Luna Llena. Atardeceres inhóspitos de truenos sin ruido y relámpagos sin luz. Amaneceres blancos de montañas filosas congeladas y nevadas rumbo a la Patagonia. Hidroplanos de aterrizajes con Orcas en estrechos y bahías de varios de los mares nórdicos. Lluvias de estrellas incontables en playas sí casi inexploradas. Eclipses entre constelaciones y luciérnagas. 

Nuestra niña, nieta y ahora mujer, en la distancia, ya puede observar desde las cosquillas de sus pestañas, la memoria vital de estos años de ensueño en cada una de las gotas de lluvias al caer! 

1 thought on “Unos cuantos gestos de amor para estas lluvias coloridas y estelares

  1. Cuando me releo, me desbordo en alta mar… Y aunque vuelva a preguntarme redescubro que no necesito claridad ni respuestas más allá de esta sensación de plenitud silenciosa nl chakra del corazón que ha empezado a manifestarse…

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